El proceso de desarrollo agrícola sólo puede conseguirse cuando la eficiencia de la agricultura permite su crecimiento por encima del de la población.
En toda Europa se produjeron procesos de diversificación, especialización e incremento de la producción aunque sólo un país, Inglaterra, la escala de estas transformaciones fue suficiente para generar un crecimiento sostenido, base de la primera Revolución Industrial.
En Inglaterra no hubo crisis de subsistencia, propias del continente, salvo a fines del XVIII e inicios del XIX, consecuencia de la Revolución y el Imperio, crisis que estimularon las transformaciones agrícolas y ampliaron la cuantía de géneros alimentarios.
La producción agrícola fue más eficiente dando uso alternativo a un mismo producto (cebada de baja calidad, destinada a las destilerías) lo cual evitó la dependencia de los mercados exteriores.
Si tomamos el caso de Holanda la situación difiere de la inglesa por cuanto que había fundado su economía en la importación de cereales del Báltico. Los conflictos bélicos europeos le afectaron pues se enfrentaron a la necesaria reducción de suministros exteriores y la elevación de costes de trabajo interior, reduciendo así la competitividad del sector industrial.
Un tópico historiográfico ha sido la contribución de la Revolución Agrícola a la Industrial mediante la formación de un proletariado urbano consecuencia de los cercamientos de modo que los pequeños agricultores se vieron obligados a emigrar a las ciudades y subsistir en ellas con bajos salarios y pésimas condiciones laborales.
Sin negar que ocurriese en algunos casos, la historiografía británica reciente (Chambers) estiman que las transformaciones agrícolas fueron suficientes para generar la necesaria oferta de trabajo reteniendo a los agricultores en su lugar de origen.
Las transformaciones fundamentales se dieron en la mano de obra rural: una amplia masa de campesinos se convirtieron en asalariados, sin la protección de los viejos usos consuetudinarios. Así, la proletarización del campo convirtió el trabajo en mercancía y erosionó el código consuetudinario tradicional cambiándolo por relaciones impersonales entre capital y trabajo.
La desaparición del mundo de solidaridades y normas de economía moral provocaron la resistencia plebeya al cambio.
En contadas ocasiones los terratenientes invirtieron en actividades industriales como cuando las propiedades estaban sobre yacimientos de carbón, hierro…o poseían amplios bosques…también el capital agrícola financiaba vías de comunicación o construcción urbana pero raramente contribuyeron a la primera Revolución Industrial; por el contrario, en ocasiones se opusieron al establecimiento de factorías textiles.
El sector industrial creció sin apenas aportes del capital agrícola y cuando estos capitales se invirtieron en actividades industriales, los beneficios eran invertidos en agricultura, demostración de la conducta habitual de todas las burguesías europeas del Antiguo Régimen, la vuelta a la tierra.
Puede decirse que propietarios y agricultores contribuyeron de forma significativa durante la primera mitad del XVIII, aunque posteriormente el sector industrial continuó la expansión por sí mismo. Contribuyeron más los pequeños propietarios, gentlemen y sobre todo yeomen, que de los grandes landowners del estado noble.
El capital industrial y comercial se concentró en el mercado financiero debido al encarecimiento de las propiedades rústicas. Desde mediados del XVIII la agricultura inglesa vivió momentos de abundancia de capitales pero las transferencias de capital del sector agrícola al industrial no siempre se realizaban de forma directa sino a través de instituciones financieras.
Muchos capitales quedaron en el sector agrícola y otros muchos se tesaurizaron pero propiciaron el crecimiento económico general por la presión fiscal que soportó, sobre todo a causa de las guerras napoleónicas.
La existencia de un mercado interior de productos agropecuarios e industriales fueron el verdadero motor del desarrollo económico, sobre todo entre los años 1730 y 1750 pues el bajo precio de los cereales aumentó la capacidad de compra de productos alimenticios e industriales, sobre todo entre los sectores sociales más pobres. Aumentó el consumo de carne y leche además de productos industriales (lana, cerámica y metal).
La relativa decadencia experientada desde 1750 supuso lma elevación de precios agrarios, compensada por el aumento de demanda urbana, sobre todo por las clases medias urbanas y rurales.
El consumo de utillaje agrícola producido industrialmente se mantuvo bajo a excepción de los arados de hierro y máquinas de trillar aumentando así la demanda agregada de consumo en la población rural.
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